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Sin duda, la cresta de Bérnia es singular, por su recorrido, por su entorno, por su orografía, por su situación y porque siempre tiene algo que te sorprende. En la hoja de ruta del Grupo Kordino, esta ascensión estaba marcada como ineludible; vamos, que había que hacerla.

Como comentábamos, su situación, perpendicular al Mediterráneo, hace que, muchísimas veces, tenga en su cresta lo que nosotros llamamos amistosamente, la»boina de Bernia»,  que son esas nubes que se apalancan y no se van y que, sobre todo en otoño e invierno (y también en primavera) dejan esas lluvias, o simplemente lloviznas y humedad, que hacen que la roca se vuelva bailona.

Ya nos había pasado en alguna ocasión de llegar y…pues no puede ser por lo que os contamos. Pero el 18/02/2012, Jorge, Jose y Luis, se salieron, por fin, con la suya y consiguieron trepar, sudar, sufrir, pasar frío y, todas esas cosas que nos pasan a los montañeros cuando estamos en estas alturas, entre la tierra o, mejor dicho, la roca y el cielo.

Empezamos a andar temprano, porque la jornada la preveíamos larga y siguiendo el PRCV-7 llegamos al Forat y empezamos a subir para iniciar la cresta. Sube y baja sin solución de continuidad, pasos apretados, pero bien equipados, patios a los lados de importancia, rápeles (un total de tres), destrepes, trepadas, travesías, las nubes que se nos echan encima (vamos Jose que nos pillan, venga Jorge hay que llegar al Portixol, Luis deja de hacer fotos, no te entretengas); en fin, no se puede pedir más.

Y luego, tira a la cima de Bérnia, y entonces si que nos alcanzó la neblina y el frío. La bajada la hicimos hasta el Fuerte de Bérnia y de ahí enlazamos otra vez el PRCV-7 hasta llegar a las Cases de Bérnia y volver a mirar a la cresta con la felicidad de haber disfrutado de un gran día  de montaña.

El enlace en:

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Salud y suerte.